El bambú es
una planta muy particular. Una vez sembrada la semilla, hay que abonar y regar
la tierra,
como con cualquier otro cultivo… ¡Pero durante los primeros siete años, no sale
nada del suelo! Sin
embargo, pasados esos siete años ocurre algo extraordinario, y es que, en un
período de tan sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros. Durante
ese tiempo el bambú estaba construyendo un sólido y complejo sistema de raíces
bajo tierra, que le permitirá sostenerse en el tiempo.
Al igual
que las plantas, las personas para poder crecer y desarrollarnos de forma sólida
y duradera necesitamos una buena base. Lo lograremos con paciencia,
perseverancia y confianza en nosotros mismos, cambiando nuestras creencias, ideas limitantes o el
diálogo interno saboteador. Para modificar
nuestros hábitos y comportamientos dañinos, necesitamos hacer cambios profundos,
reales, que salgan desde lo más hondo de nuestro ser y se manifiesten por
fuera, como consecuencia de ese cambio interno.
El crecimiento
interior exige perseverancia. Es cierto que, en circunstancias de dolor, el
tiempo a veces se torna largo y resulta frustrante no percibir ningún resultado
aparente o significativo como es el caso del hermoso bambú japonés. Del mismo
modo nos ocurre a las personas cuando un período de crisis amenaza nuestra
estabilidad emocional instando profundamente nuestro equilibrio interno.
Transcurre el tiempo y parece que nada ha cambiado, incluso, en ocasiones, recaemos,
como si ello supusiera un paso atrás pero, al igual que en el ejemplo del bambú
japonés, si perseveramos en nuestro empeño por recuperarnos y salir victoriosos
de las crisis, aunque aún no acontezca el resultado que esperamos, ciertamente
estaremos creciendo y este llegará.
Tienes en
tu interior un complejo sistema de “raíces” que se están formando cada día más fuertes para salir victorioso de aquello que te ha
puesto a prueba. Persiste y tendrás éxito.
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