Tres pasos para escuchar a tu intuición.


En toda supuesta situación, llega un momento en que descubrimos que en realidad no hay nada más que hacer; no podemos controlarlo todo. Es en ese momento muy individual y personal cuando te rindes a lo Divino.

 

1. Aquiétate


Todas las respuestas están en ti y en mí, presentes, y disponibles, pero nos cegamos con nuestras ideas de cómo, cuándo y dónde debería estar la solución. Si permitimos que la luz brille, podremos ver con claridad, pero para eso, hay que limpiar el espacio mental entregándonos al silencio.

Nos aquietamos cuando, con humildad y un verdadero sentido de entrega, nos volvemos receptivos a ese algo indescriptible que a mí me gusta llamar la voz del altísimo.

Filipenses 4:6-7 nos recuerda “No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.  Recuerda esta gran Verdad: dondequiera que estes, Dios está ahí, en ti y todo está bien.
 

2. Pide guía


Desde ese espacio de paz, el próximo paso es pedir guía.

La guía se da de manera muy personal, es fácil de reconocer, aunque a veces nos gusta ignorarla porque la respuesta parece demasiado fácil o porque de repente no queremos verla. La guía puede venir a través de una canción, un encuentro interesante, un letrero o una persona que se presenta con la solución.
 

3. Espera por guía


Esperar por la guía es el tercer paso. Ten suficiente fe para esperar; después de todo, ya has agotado tus recursos personales sin éxito. Espera con entusiasmo y confianza.  En Mateo 7:7-8 se nos recuerda: “Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre”.

Te sorprenderás de cómo esa voz del altísimo se expresa en tu vida con tanta facilidad cuando le abres el espacio. Deja que el bien en ti sea. Permite que se exprese en tu vida. Descansa en el conocimiento de que eres el bien amado y nada te falta.

Deja a Dios ser Dios en ti, y tu vida será la aventura de amor, prosperidad, paz y sabiduría más interesante.

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